Change your mind
Curiosamente, cuando la vida da un giro inesperado y menos fuerzas parecemos tener, es cuando somos capaces de sacar lo mejor de nosotros, dar más de lo que creíamos que podríamos e, incluso, hacer imposibles...
Mi situación estaba atascada, hasta que el cúmulo de circunstancias me hizo explotar, reivindicarme, secarme las lágrimas y levantarme. El punto y final a mis llantos, mis desesperos y mi hundimiento fue una mañana en el centro de rehabilitación. Llevaba tres semanas sin ir al centro, puestos que empecé a trabajar y cuadrar los turnos del trabajo con la rehabilitación no fue tan rápido y fácil como pensaba. De hecho, la situación ya había empeorado cuando aún iba al "fisio" (rehabilitación), con unos dolores que no me dejaban dormir ni avanzar. Pasadas las tres semanas, volví con menos ganas que de costumbre, y desde el primer momento me dieron un toque de atención por haber "desaparecido"... ¡ni que lo hubiera querido! No obstante, no fue hasta el siguiente día que exploté, cuando me volvieron a decir que tendría que ir al "fisio" sin faltar por mi bien y tal. Como si no lo supiera... te prometo que hice las mil y una para hacer rehabilitación lo antes posible, pero no siempre dependemos de nosotros mismos. Durante estas semanas hice lo posible en casa, igual que había hecho el primer mes de recuperación, en el que mejoré muchísimo; aunque esta vez había algo que me lo impedía. Era, mejor dicho: "es", como si alguna pieza de mi pierna desencajara con el resto, impidiendo realizar el puzle. Ante ese comentario tan absurdo: "no puedes faltar más, porque así no avanzarás Andrea, con lo bien que ibas..." se me vino el mundo encima, ya que yo sabía que lo estaba dando todo para mejorar, y yo notaba que había alguna cosa que pasaba desapercibida, la cual me evitaba progresar. Me vino a la cabeza todo lo que he perdido en estos dos años, todo lo que he dejado de hacer por la rodilla, las centenares de horas en rehabilitación, todos los especialistas que he visitado (traumatólogos, osteópatas, podólogos, fisioterapeutas, quiromasajistas...), las torturas a las que he sido sometida, el reposo que he tenido que hacer, las visitas a quirófano, las pruebas...en definitiva, todo el tiempo y dinero invertidos en encontrar una solución que aún no hemos encontrado. No pude contenerme más y lloré, lloré sin parar en medio de la sala. No tenía consolación, ya que nadie me podía dar la respuesta que yo quería escuchar. No quería llorar, y menos delante de nadie, pero la situación me superó. Me sentía desquiciada, incomprendida y hundida; jaque mate, como dirían en el ajedrez.
Fue entonces cuando me sequé las lágrimas, levanté la cabeza, y me dije a mi misma que esto no podía seguir así. Aún no había terminado la partida, así que tocaba seguir jugando. No sabía cuánto duraría ni si terminaría cayendo, pero lo que tuve muy claro desde ese día fue que yo no me iba a rendir. Es más, intentaría que la situación afectara lo mínimo en mi día a día, por mucho que me llegara a joder por segundos. Decidí coger las riendas de mi vida, como ya había hecho otras decenas de veces, y seguí jugando la partida. Moví piezas, hasta que me di cuenta que la partida sólo dependía de mi misma; así que me compré pies de pato y salí a nadar al mar, me apunté a un gimnasio (aunque en casa tengo muchas cosas, quería exprimirme más de lo que podía hacer con el material de casa) y contacté con una entrenadora personal. Moví todo lo que pude y más, ¿y sabes qué?, hoy -un mes más tarde- estoy más fuerte que nunca; tanto psíquica como físicamente.
Por mucho que me desquicie no me van a llegar antes soluciones, así que paciencia y tiempo... Por el momento, seguiré disfrutando cada día y sacando lo mejor de mí misma, ya que tarde o temprano voy a tener esa respuesta que tantas ansias me genera. Como bien dicen, "el tiempo todo lo cura", y si no, ya lo adaptaré yo, tu no te preocupes.
Gracias por estar. Espero "verte" pronto, otra vez.
Miércoles 15 de junio